Un breve relato sobre la niña y su drama, romántica historia en breves lineas para las mujeres y los hombres que disfrutan este género.
Angus.
La sangre noble era un privilegio para pocos, pero a veces la sangre noble era una condena, una condena a la soledad y a una vida de un amor conveniente y no un amor puro, verdadero.
Esas tremendas situaciones que pueblan los pensamientos de una adolescente torturada, escritora, testigo y protagonista de su propia novela romántica y trágica a la vez,con la visión exacerbada de los sentimientos y las vicisitudes.
La brisa del mar acariciaba sus mejillas, sus ojos se perdían en la oscuridad del mar, sentía que su corazón quería salir de su pecho y volar hacia su amado, la imagen de su corazón volando y su amado viéndola llegar y la incredulidad y susto de semejante imagen que él sufriría, le causó gracia.
Sentía frió, pero no se abrigaba por no ceder al sueño, quería seguir viviendo aquella fantasía de sufrimiento.
Quería seguir viéndose como la víctima del drama épico que se elucubraba en su cabeza.
La brisa del mar acariciaba sus mejillas, sus ojos se perdían en la oscuridad del mar.
Se asomo al barandal de mármol, sintió el fresco aroma a lavanda que le llegaba desde las flores frescas dejadas por la criada.
Su pelo azabache brillaba luego del sabroso baño de especias y los cuidados amorosos de su madre, que la había peinado y adornado con una flor de oro y brillantes.
La brisa del mar acariciaba sus mejillas, sus ojos se perdían en la oscuridad del mar.
Estiró su mano para sentir el fresco aire de la noche, la luna redonda y brillante se reflejaba en sus macizas esclavas de oro, las uñas finamente decoradas remataban sus delicadas manos, jamas utilizadas para una labor servil.
La brisa del mar acariciaba sus mejillas, sus ojos se perdían en la oscuridad del mar.
Suspiro profundamente, y una lágrima desbordo sus ojos, su amado estaba lejos en su labor de pescador.
Sus suaves pies sujetados por unos cordones trenzados y preciosos lazos dorados que decoraban sus sandalias, realzaban su noble abolengo.
Sufría profundamente, ni siquiera las suaves caricias de su gato persa, la distraían de su mala fortuna.
El rugir de los leones de su padre a lo lejos era lo único que interrumpía el arrullo de las olas.
La brisa del mar acariciaba sus mejillas, sus ojos se perdían en la oscuridad del mar.
Decidió que no podía vivir sin él, aquel amor que nadie sabe como se originó, ni nadie podía permitir.
Sintió que no podía vivir con esa pena, de tener a su amado tan lejos, sin importar que el ni siquiera sabía de sus sentimientos.
Caminó, tenía la necesidad de sentir el agua del mar en sus pies.
La brisa del mar acariciaba sus mejillas, sus ojos se perdían en la oscuridad del mar.
Su corazón, pletórico de una amarga decisión la impulsaba a ir hacía su amor perdido.
Nada importaba mas que su desdicha y su padecer.
Nada podía ser más apropiado para mitigar su dolor que la inmensidad del océano.
Las olas del mar acariciaron sus mejillas, sus ojos se perdieron en la oscuridad del mar.
Angus Loke
argentino
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